Twitter: @JaviVillegas97

lunes, 24 de marzo de 2014

Sobre la inmigración.

Todos conocemos los hechos que se han producido en las últimas semanas en Melilla, nos hemos hecho eco del incesante flujo de inmigrantes que entran en nuestro país, hemos escuchado los enfrentamientos que existen entre aquellos que defienden la entrada libre de estos, y también de quienes se oponen.


Lo fácil es sin duda decir que tenemos que actuar en beneficio de nuestros semejantes, que debemos ayudarles, tenderles la mano, tener empatía y entender su situación, claro que eso es lo fácil, es más sencillo resguardarse en las utopías idealizadas que a todo el mundo gustan, en definitiva, es lo más humano o sino cómo vamos a reaccionar al ver que para estas personas cruzar la frontera significa el mayor de los regalos, el más preciados de los bienes.


Pero la realidad como de costumbre  dista mucho de la utopía , no les culpo ni les exculpo porque no hay nada que exculpar, son víctimas, auténticos sufridores del sistema, que les da igual dejarse la vida intentando saltar una valla o cruzando a nado, si ello significa poder entrar en España, pisar suelo Europeo como si de una panacea se tratase, pobres ilusos. 


Somos un país pequeño, de a penas cuarenta y siete millones de habitantes, sumidos en una de las crisis más catastróficas de la historia, saliendo (o eso nos quieren hacer ver) poco a poco de una recesión económica, no es egocentrismo ni egoísmo, no es por falta de solidaridad, pero no somos quienes para hacer frente a ese gran número de valientes que se atreven a entrar.


Las desigualdades entre Europa y África son un grave problema, que nosotros mismos hemos fomentado y que nos interesa, económicamente hablando que continúen, pero acaso ¿no las han fomentado también Bélgica, Inglaterra o Alemania?


La Unión Europea nos sanciona si las autoridades emplean la "violencia" para frenar su entrada, nos miran mal si nos les abrimos la puerta y dejamos entrar a todo el que quiera, pero en cambio, ellos imponen restricciones mucho más duras a los inmigrantes y en Europa crece la representación de los partidos de extrema derecha en los parlamentos, quizá pero sólo quizá, se hayan dejado envolver una vez más por la hipocresía, nadie quiere hacer frente a este problema y eso es evidente.


Aunque en realidad la inmigración no es un problema sino un síntoma, una clara muestra de a lo qué nos conduce poco a poco este sistema político y económico, que fomenta la competitividad y mata cualquier sentimiento de generosidad, y es algo que implica a todos, no solo a España, también a aquellos que por razones geográficas no tienen fronteras agolpadas por inmigrantes.


Pero esto es aspirar demasiado alto, es pensar en metas que no son tangibles y que hoy en día por desgracia atentan contra la lógica, pero mientras tanto, deberíamos dejar a un lado la xenofobia y el racismo y en cambio comenzar a pensar qué responsabilidad tenemos nosotros mismos, fomentar la empatía y la igualdad y sobre todo creer en las personas o al menos intentarlo.