3ª Hora:
Fernando salió de la posada, y
nada más salir una fuerte brisa con olor a sal le golpeó, el mar parecía
revuelto, más que de costumbre, las olas rompían contra el acantilado, con un
ruido que siempre le había enamorado, y aunque algunos pudieran calificarlo de
estúpido, tomó una hora simplemente para contemplar el mar, para observar esa
gran creación, aportándole una sensación de calma y tranquilidad que realmente
necesitaba.
Se sentó sobre una roca, desde
donde tenía una maravillosa perspectiva de la bahía, mientras tanto ordenaba
sus prioridades sobre todo lo acontecido y sobre lo que deseaba realizar en las
horas que le quedaban, sacó un trozo de papel, y su única pluma, para escribir
una pequeña reflexión, no estaba dirigida para nadie en particular, sino para
cualquier persona, que como él, algún día se sentase en esas mismas rocas, con
la intención de pensar, y a continuación
escribió lo siguiente:
“ Querido compañero, me encuentro
aquí, a fecha de hoy, pensando, en poco tiempo se me acaba la vida, y la verdad
me he dado cuenta de cómo he desperdiciado el tiempo, de que en realidad no he
sabido aprovechar el tiempo que he tenido, de que no lo he compartido con quien
de verdad importaba, pero también que he pasado grandes momentos, y que la vida
es un regalo, que no debe desaprovecharse y que no debe tomarse a la ligera,
por ello te doy este consejo, te invito a que disfrutes lo que te queda, a que
hagas lo que te apetezca en cada momento y que sepas ser feliz, porque no importa tanto lo que tienes, sino a quién tienes”.
Tras escribir esta pequeña carta, la dejó escondida entre las rocas, para que quizá algún día alguien la
leyese, o quizá esas palabras se las llevase el viento, después de esto, tenía
muy claro que quería hacer en sus próximas horas.
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