El aborto:
No hace falta irse muy lejos para hacerse oídos de la situación de conflictividad que gira en torno al encabezamiento de este artículo. El gobierno, en especial, el ministro de Justicia Alberto Ruíz Gallardón, han decidido (con dudas internas) penalizar esta práctica que desde el 2005 estaba legalizada en España atendiendo a una serie de plazos que la limitaban por razones éticas y médicas lógicas.
Desde el punto de vista cristiano es una técnica que debería ser erradicada, si bien es cierto, que si nos paramos a pensar durante unos minutos, caeremos en la cuenta de que el aborto no va a dejar de existir de ninguna forma, pero ello no lo convierte en derecho y mucho menos el “aborto es sagrado” como ciertas asociaciones feministas han tratado de propagar a los cuatro vientos, haciendo lo que comúnmente se llama tirar piedras contra su propio tejado.
Ante esto, la diversidad de opiniones es tal, que ni siquiera la Iglesia Católica se ha podido pronunciar unánimemente al respecto, es un tema complejo, candente y abierto, no existe una verdad, si reflexionamos seremos conscientes de que nadie practica el aborto por gusto, sino que en prácticamente todos los casos se lleva a cabo en una situación dramática de gran complejidad psicológica y de la que ninguno tenemos el derecho (yo inclusive) para hacernos valer por jueces de valores éticos.
Al fin y al cabo, como ya hemos dicho, el aborto seguirá existiendo, otra cuestión es en las situaciones en las que se desarrolle, debido al riesgo que pueda existir a las calamidades que puedan concurrir ante la penalización de éste. Recordemos un poco de historia, trasladémonos a la dictadura franquista donde los mismos que prohibían el aborto enviaban a sus amantes hijas y mujeres a abortar a Londres, o vayámonos aún más atrás cuando la Biblia cita que tenemos la obligación de defender el bien común, por tanto si estamos provocando unas situaciones de higiene pésimas e incluso privando del aborto a aquellas mujeres que no cuentan con los recursos necesarios para practicarlo en el extranjero (que son la mayoría) estamos yendo en contra del bien común, y es más estamos involucionando.
Por tanto ¿Hasta qué punto tiene derecho la Iglesia a penalizar una situación extrema? ¿No deberíamos actuar a favor del bien común?
Reflexionemos sobre estas cuestiones antes de otorgar opiniones infundadas y que se alejan de le realidad.