PRIMERA PARTE:
Sara se sentó en aquel banco en el anden de la estación, sin duda se notaba el paso del tiempo en las vías, habían perdido el brillo que tuvieron años atrás cuando por primera vez las autoridades decidieron que Sunset también merecía que el ferrocarril pasase por allí, al principio únicamente unía la pequeña villa minera con algunas ciudades costeras, pero después comenzaron a multiplicarse las líneas, hasta existir tres o cuatro convoys diarios que unían la localidad con la capital, con todo lo que ello supuso, el comercio se expandió como nunca, la población aumentó y se comenzaron a contar por decenas de miles los habitantes, y el carbón, fuente principal de ingresos de la zona, salía a toneladas desde esa misma estación en trenes de mercancías que podían incluso llegar hasta países extranjeros, todo ello enloquecía a los habitantes de esa pequeña ciudad.

Pero el viaje de Sara es bastante distinto al del resto de los cuatro o cinco viajeros que se encuentran a su alrededor, ella no viaja por motivos de trabajo, ni familiares, ni por ver a algún amigo, es más, no conoce a nadie allá donde va, pero tiene una clara y convincente razón para tomar ese tren, con un único billete de ida y sin intención de adquirir el de regreso.
Meses atrás su relación con uno de los terratenientes del pueblo había terminado por su propia voluntad, aún sabiendo que renunciaría con ello a la buena casa de la que disfrutaba, a una vida estable, en la que tranquilamente podría disfrutar desde una posición acomodada y ajena a los problemas de la ciudad de una buena vida, su amor hacia ese hombre era inexistente y por tanto decidió poner fin, y comenzar de nuevo en su pueblo natal, pero a pesar de sus esfuerzos fue incapaz de ello, acceder al mundo laboral era una tarea imposible, teniendo en cuenta que el rumor de que había dejado al señor terrateniente circulaba por todo el pueblo a una vertiginosa velocidad, ya todos estaban al corriente sobre aquello, y no tardaron en tacharla como la fresca del pueblo, ante esto Sara no pudo hacer otra cosa que escapar de allí y probar fortuna unos kilómetros más allá, con el único objetivo de poder ganarse un porvenir y encontrar la felicidad por primera vez en su vida. Por eso cuando vio la cabeza del tren asomando a unos cuantos metros por el comienzo de la estación, no dudo en pensar que esta era la oportunidad de empezar de nuevo, que quizá nunca más contaría con una certeza así...
Cuando el tren comenzó a andar, unas lágrimas cayeron de los ojos de Sara, fruto de todo lo que dejaba atrás pero al poco una sonrisa iluminaba su rostro, acompañada de ilusiones, sueños y aspiraciones.
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