Twitter: @JaviVillegas97

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Destruyendo a Hércules.

Antes que nada quiero aclarar que no soy un gran entendido en cine, ni soy de los que se quedan en vela la noche de los Oscar, y que me encanta Woody Allen, le pese a quien le pese. Ahora bien, sé reconocer una buena película cuando la veo, y hoy quiero hacer una breve crítica de la nueva versión de “Hércules”.

La película según su director y la productora, se enmarca dentro del género de acción y aventuras, aunque más bien, de forma personal lo incluiría en comedia, pero porque como dice el dicho te ríes por no llorar. Hay que tener en cuenta que hacer una adaptación en la que el personaje principal no es otro que Hércules o Heracles, como en verdad debería llamarse, es complicado, pero una cosa es no salirse de lo mediocre y otra caer en lo burdo y en la idiotez, como ocurre en este caso, no cabe lugar a dudas de que Hesíodo se llevaría las manos a la cabeza al ver esto, o sin irnos tan lejos, cualquier amante de la cultura clásica que en algún momento haya tenido un cierto interés por la historia de Hércules.

El largometraje cuenta con un presupuesto de cien millones de dólares, que en comparación con otras películas del supuesto género, se quedan algo atrás, pero desde luego, dan de sobra para hacer las cosas mejor, para empezar por hacer una elección digna de los actores, que desde luego, dejan mucho que desear. El director tiene pretensiones muy elevadas como puede observarse en el mensaje final de la película, tratando de hacer ver que la heroicidad puede estar presente en cualquiera que se supere y esfuerce, algo que no me parece mal, pero claro cuando lo haces así, el héroe no es otro que el que aguanta la película entera sin dormirse. Sé que se es muy crítico con el cine español, yo el primero, puedo contar con los dedos de las manos las películas españolas que me han gustado, pero he de decir que “Ágora” de Amenábar es infinitamente mejor y con la mitad del presupuesto, aunque tampoco me enamora ni mucho menos.

Caso aparte es la actuación de Irina Shayk, quien comentaba en una entrevista que nunca había recibido clases de interpretación, algo que me resulta cuanto menos cómico, ya que los apenas 30 o 40 segundos que aparece en la película (y no trato de exagerar), es capaz de hacerlos cualquiera que no haya subido a un escenario ni para una actuación infantil, y lo digo sin acritud, dejando a un lado mi sentimiento colchonero.


En resumen, la película es mala, parece que está hecha sin ganas y no se la recomendaría a mi peor enemigo, porque cuando alguien sale del cine con el pensamiento de que le han estafado, desde luego el director debería replantearse alguna que otra cosa, pero bueno tal y como decía algún crítico profesional de cine, es una película con más dinero que cerebro.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Ante todo, personas

Yo siempre he tenido una gran cruzada frente a la igualdad de género, aunque a mí me gusta más decir igualdad de posibilidades. Obviamente hombre y mujer no somos iguales (el igual sólo existe en matemáticas, cualquier cosa que sea tangible no es igual a otra). Me he animado he escribir sobre ello por fin gracias a ciertas cosas que han pasado: la elección como sucesora de Emilio Botín a su hija Ana Patricia, y que se vayan a celebrar en los próximos días la fiestas patronales de mi pueblo.

Cuando me enteré el día que murió Botín de que su hija probablemente fuese su sucesora me mantuve escéptica, pensé que algo harían para plantar a un hombre de presidente, siendo aparentemente la más preparada para el cargo una mujer. Me alegré muchísimo de no haber acertado, pensé que el mundo podría estar cambiando. Con esos pensamientos llegué a mi pueblo, dispuesta a pasar unos buenos días. Esta mañana acudía a un acto en el que toman cargo los mayordomos, damas y hermano mayor del año. Este último lee un discurso precioso y emotivo; es un puesto obtenido por sorteo, sobre el cual recae la responsabilidad de organización de los actos litúrgicos de las fiestas del pueblo y sólo puede ser ostentado por un hombre. El acto"central" de las fiestas es la procesión,donde algunos mayordomos y miembros de la junta de la hermandad la organizan, la función de las damas en todo esto es "adornar" al lado de los estandartes, que por supuesto no llevan (sé que pesan bastante pero creo que hay mujeres capacitadas para llevarlos) o acompañando a la imagen yendo al lado del hombre que va empujando la carroza. Peor es el caso de Ciudad Real, capital de la provincia (otro de los grandes problemas de España, pero de ese no voy a hablar ahora), se supone más desarrollada, pero sólo pueden ir acompañando de cerca a la imagen de la patrona hombres.

Personalmente estás cosas me sientan bastante mal y no es porque tenga muchísima devoción a estas imágenes (no son para nada lo más importante, a mí modo de ver) sino porque la mujer, sumisa, acepta tal relegación escudándose bajo la tradición, en el "siempre se ha hecho así". La tradición nunca, nunca, nunca implica que lo que se esté haciendo sea lo más correcto, casi todo debería estar sujeto a revisión y si procede cambio para adaptarse a los tiempos, para hacer efectivo eso que se proclama de boquilla en la sociedad, para pisar tierra; porque el camino se hace al andar.

Supongo que habrá gente que dirá que estos problemas nacen por ser un acto religioso, pero creo que las fiestas son el retrato de nuestra sociedad; al fin y al cabo para muchas personas son un encuentro social, un retorno de unos días a la tierra y no la Exaltación de la Cruz que celebramos. Yo formo parte de la Iglesia, hay cosas en ella que no comparto pero considero más efectivo trabajar desde dentro.

Para terminar, no quiero que piensen que defiendo la superioridad de la mujer sobre el hombre (sería un mal tan grande como el que describo). Simplemente, creo en que desde nuestras capacidades, diversas por supuesto (pero también entre las personas lo son), tengamos todos como personas semejanza de oportunidades desde la que cada uno hará lo que mejor sepa, pueda y quiera hacer. Dejémonos enriquecer por esta diversidad.

En búsqueda de lo complejo.

Puede que sean tonterías mías o que sean cosas que a uno se lo ocurren un día de dormir poco y pensar mucho, pero hay que ver lo tontos que somos y lo que nos gusta complicar lo simple, hasta el punto de joder a los demás o jodernos a nosotros, o a los dos ya que nos ponemos.

No sé si es por aburrimiento, por pasar el rato, porque nos gusta ver sufrir a los demás,  o porque directamente somos o son (como dice el chiste mejor no pluralizar) gilipollas, y perdonen el vulgarismo, pero más de un día a uno le dan ganas de mandar a la mierda a todo y a todos, al menos por un tiempo.

Las cosas no son tan complicadas, y  tendrá gracia que sea yo el que lo diga, pero más de una vez y de dos y de tres, nos apetece tener conflictos, y sino los hay, nos encargamos de crearlos, el caso es quitar la simpleza a las cosas y buscar más y más problemas. Pero lo malo, bueno lo más malo, porque lo malo ya está desde el principio, llega después, cuando igual, que sólo igual nos arrepentimos de ser tan sumamente lelos y empezamos a darnos cuenta de que nos hemos equivocado, pero claro, cómo vamos a admitir ahora ante el bobo de turno (que en realidad resulta ser un amigo de toda la vida) que hemos metido la gamba, parece que nos contagiamos de ese espíritu de orgullo que nadie sabe de dónde ni porqué ha salido y preferimos fastidiar más las cosas que pararnos a pensar, y ceder un poco, que aunque los escépticos no me crean, no enferma.

Ya está bien, a ver si empezamos a pensar un poco más, a querernos más, a nosotros y a los que tenemos y a dejarnos ver por dentro, que la gente transparente tiene mucho ganado. El orgullo mejor lo dejamos para las películas, y lo que si conservamos es la dignidad, que son cosas distintas, pero basta de caprichos y enfados por cuatro estupideces mal hechas o mal dichas; pero en fin, ya saben que cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo.

Busquemos más concordia, más amistad y dejemos que las cosas sean tan simples como son, que son bonitas sin que las compliquemos, a fin de cuentas, no conseguimos nada con tonterías varias que sólo sirven para estropear lo que tenemos, e igual no nos hemos parado a valorar. Recapacitemos sobre lo que hacemos mal, y sobre lo que hacemos a la ligera pero fastidiando a otros, y tengamos el valor de enfrentarnos a ello, de la forma que queramos, pero para mejorarlo, hacer que nuestro día a día sea un poco menos feo.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Las personas y el tiempo.

Ya saben que la inspiración no es mi fuerte, y que muchas veces tengo que recurrir a acontecimientos del día a día para exprimirlos y sacar un artículo, mejor o peor, de donde en verdad no lo hay. Estas líneas no son excepción, y hoy me atrevo a hablar sobre el paso del tiempo, que se dice pronto.

Podría escribir sobre la tecnología, sobre la literatura, sobre las redes sociales… Pero son temas tan amplios y tratados que quizá no sean los más adecuados, prefiero dedicar este artículo a algo más simple, a cómo pueden cambiar las cosas más cotidianas en función del tiempo, no se crean que me voy a remontar mucho atrás, tan sólo un año, trescientos sesenta y cinco días, que parecen mucho pero que en realidad, no son nada. Ya he dicho que este artículo no nace de mí, sino que gracias a una conversación de esas casuales e intrascendentales, surge mi idea, así que gracias a dicha persona y allá voy.

Hace un año las cosas eran muy distintas para todos, no me voy a un extremo dramático como puede ser la pérdida de un ser querido, o al extremo opuesto, hablo de para quienes este año no despunta de la más llana normalidad, y alguno pensará que si es normal no habrán cambiado tantas cosas, la única respuesta que puedo dar ante eso, es que se pare a pensar qué ha variado y verá que se encuentra en un error. Yo mismo he hecho ese ejercicio, y sí efectivamente he encontrado cosas que con el tiempo cambian, pero en verdad, me he dado cuenta de que son las personas las que más cambian, o al menos, de alguna forma, las relaciones que tenemos con ellas.

Nosotros queramos o no, consciente o inconscientemente estamos en continuo cambio, cuando nos equivocamos, cuando descubrimos algo, cada vez que aprendemos cosas nuevas, de alguna u otra manera hay facetas nuestras que no son iguales; no hay un solo día que nos despertemos y vayamos a dormir siendo exactamente la misma persona, el problema viene cuando lo que cambia no son meros detalles de nuestra personalidad, sino cuando nuestra esencia se tambalea y nos atrevemos a construir otra. Es entonces cuando no sólo somos nosotros los que estamos cambiando, sino que a la vez somos injustos con quienes tenían lazos de cualquier tipo con nosotros y cometemos el error de cambiarlos hasta poder romperlos. Hay muchas explicaciones, que no razones, para que alguien tenga el valor de cambiar su esencia, los más comunes: el miedo, la búsqueda de aceptación, el orgullo, el egoísmo… Pero en gran medida si alguien quiere cambiar de esa forma será porque no está contento con lo que tiene, o al menos no lo valora, por lo que allá él con su vida y su futuro, la contrariedad (por llamarlo de alguna forma) recae en aquellos que no han cambiado y ven como poco a poco esa persona se escapa, esclava de sus cambios.

Cuando nos toca ver como alguien cambia  tanto que se va de nuestro lado, a veces podemos plantearnos si es nuestro el error, pero aunque la autocrítica es enormemente positiva, no encuentro una forma mejor de expresar mi opinión que recurriendo a Oscar Wilde, y su frase: “Discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho”.  Por ello, cuando alguien cambie y decida cambiar también quien le acompaña, sólo podemos aceptarlo, y esperar, que al fin y al cabo el tiempo, es nuestro amigo más fiel. Eso sí, algunos lazos si se rompen, jamás volverán a formarse con la misma resistencia, no hay peor sentimiento que la decepción, ni peor error que renunciar a quien cambiaría por nosotros.