Twitter: @JaviVillegas97

sábado, 9 de noviembre de 2013

¿Existe la libertad?


Muchos nos habremos hecho esta pregunta en alguna ocasión, y encontrar una respuesta absoluta, es enormemente complicado. La libertad según nos cuentan es la capacidad que tenemos para dirigir nuestra conducta y las decisiones que tomamos sobre qué hacer serían la realización de ésta, los biólogos opinan que es una de las principales características que nos distinguen de los animales, debido a que según ha determinado la ciencia éstos no actúan premeditadamente, sino instintivamente. Los filósofos, prácticamente de una forma unánime creen que la libertad es un aspecto inherente al ser humano, y que todos contamos con ella, aunque muchos de ellos, en especial los filósofos más recientes, han tratado de desentrañar cuáles son los límites de nuestra libertad, determinando que a pesar de que el ser humano puede actuar deliberadamente, sus actos siempre tendrán una consecuencia concreta. En mi opinión esta última es la conclusión más correcta a la que se ha llegado, el ser humano es libre en su plenitud, pero debería ser considerado prácticamente como regla natural, que todo lo que realizamos en el presente, tendrá un resultado más fuerte o más débil en el futuro. Por tanto nuestro mañana está directamente ligado a nuestro ahora. Hay muchos ejemplos de cómo lo que hoy decidimos tendrá un efecto en lo que nos ocurra, desde las acciones más simples y cotidianas, hasta las que más quebraderos de cabeza nos dan y más nos cuesta tomar.


Por tanto, determinamos que la libertad existe, y que todos contamos con ella, pero que en cambio, todo lo que hacemos tiene unas consecuencias. Seguramente a más de uno le resulte familiar la oración: “Para que el hombre sea libre, deben de existir las cárceles”; lo cual es algo paradójico, pero con mucho sentido, ya que, puede ocurrir que nosotros queramos realizar algo que nos resulte plenamente beneficioso, pero en cambio simultáneamente podemos limitar la libertad de nuestro semejante, por esa razón la sociedad y cada individuo en concreto, debe conocer que el bien común está por encima de los intereses personales, aunque en ocasiones nos resulte prácticamente imposible, y por este motivo existan numerosos casos en los cuales se atenta contra la libertad tanto colectiva como individual, pero no debemos permitir que se vulnere nuestra autonomía, somos seres libres, contamos con esa asombrosa capacidad, de la cual no conocemos su origen, pero si conocemos cómo deberíamos utilizar, hacia donde guiar nuestros actos, teniendo en cuenta nuestro provecho, pero también el de los demás, no debemos violar, ni limitar la libertad de nadie, cada uno cuenta la particularidad de actuar según convenga, y nadie, debería quebrantar dicha afirmación, por muy utópico que parezca. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Ingeniería Genética.


Einstein dijo: “Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy completamente seguro”
Y que razón llevaba ¿verdad? Que estúpidos somos, algunos se quejarán diciendo que no los incluya, pero puede que precisamente esos sean los representantes más fieles de dicho colectivo, o al menos, que estén ciegos o no quieran admitir la realidad.

Bueno y ¿por qué escribo esto? Difícil pregunta, no por la complejidad a la hora de responderla, sino porque no sé muy bien por dónde empezar y cómo sintetizarlo.

Para mi el ejemplo más claro de la estupidez humana, no es otro, que el uso que le damos a los avances de la humanidad. Me refiero a inventos tan antiguos, allá por el Paleolítico, como el control sobre el fuego hasta otros tan recientes como  la dinamita o internet.
Porque si analizamos  el fuego, sí no hay duda de que es un invento básico para mejorar la calidad de vida humana, para permitirnos cocinar, calentarnos etc.  Pero curiosamente también sirvió para quemar en la hoguera a Miguel Servet, o para provocar incendios en parajes naturales dignos de admirar, o un caso aún más claro el de la dinamita, a priori un invento genial para facilitar la extracción de minerales, pero ¿y el uso qué le hemos dado? ¿Cómo podemos convertir un hito en el conocimiento científico en un potente arma de destrucción? No hay mejor respuesta que la que nos otorga Einstein: la estupidez humana es infinita.

Para los que aún permanezcan escépticos, quizás algo más reciente en la línea del tiempo sirva para abrirles los ojos, hablo de Internet, algo que en poco tiempo se ha convertido en  indispensable en nuestras vidas, a diario millones de personas acceden a la red para compartir datos, conversar con allegados, escuchar música… Pero ¿y qué me dicen de los nuevos delitos informáticos?  Suplantaciones de personalidad, estafas cibernéticas o incluso de las nuevos método de acoso. Vale, esto puede que se de en un pequeño porcentaje, ¿y la dependencia, o más bien adicción que poco a poco hemos ido desarrollando? Hoy en día, cuando caminamos por una calle concurrida, si somos algo observadores no tardaremos mucho tiempo en darnos cuenta de que pocos son los que caminan sin un smartphone en la mano, ya sea para comunicarse, consultar noticias etc. Hasta tal punto que no podemos vivir sin ello, nos sentimos desnudos sino tenemos acceso a internet por un periodo de tiempo, por muy corto que sea éste.


¿Y  a qué quiero llegar con todo esto? A hablarles, del avance que en no muchos años será una gran revolución, el poder controlar los genes, ya hay proyectos en marcha que prácticamente han conseguido modificar genes. Es un logro impresionante, y en éso estamos todos de acuerdo, pero ¿y sí hacemos lo que con los inventos anteriores? ¿y sí le damos un mal uso? Esto es algo mucho más serio, quiero decir, no es lo mismo decidir las características de una persona o modificarlas, que estar enganchado a un aparatito electrónico, si le damos un mal uso a la ingeniería genética, apaga y vámonos. No creo que como algunos lo definen estemos jugando a ser Dios, creo que si la utilizamos para conseguir que una persona, no nazca con una disfunción visual, o para patologías similares, es algo maravilloso, un avance médico impresionante, pero ya digo: ¿y sí nos volvemos a equivocar o al menos, se equivocan unos pocos? No soy capaz de imaginar siquiera como puede acabar la sociedad, de verdad, no lo asimilo. Creo que sería algo tan grave, que podría ocasionar conflictos a escala global, y no me refiero únicamente a conflictos morales, por ello, quizás allá que saber hasta que punto debemos investigar, y en que momento debemos frenarnos los pies a nosotros mismos, no porque la ignorancia sea buena, ni tampoco porque el afán por conocer y aprender haya que pararlo, sino porque, y termino como he empezado, somos estúpidos, en todo el ámbito de la palabra, y esto ya son palabras mayores. 

martes, 5 de noviembre de 2013

Echar de menos es bonito.



Según la RAE, en una de sus acepciones, echar de menos a alguien o algo viene a significar tener sentimiento por su pena y su falta, y a pesar de mi respeto por lo señores académicos, no podía estar más en desacuerdo, porque a simple vista parece que es algo feo y no.

Echar de menos es bonito, y que alguien tenga valor a negarmelo. Echar de menos significa que alguien es importante para ti, que una persona ha creado un hueco en tu interior, que se ha anclado a tus recuerdos, que ahora forma parte de tu vida y que no vas a poder olvidarla, la recordarás más o menos, estará presente en mayor o menor medida  en tu camino, conforme decida el destino, pero nunca dejará de estar presente. 

Echar de menos, también nos crea angustia, o nos entristece; precisamente  por ello también nos enseña a valorar aquellas personas que poseemos simbólicamente, nos enseña a creer en las personas.

Echar de menos es algo más que añorar a alguien, es algo más que el simple hecho de echar en falta sus risas, o su voz, es algo que atraviesa la barrera de los pensamientos para instaurarse en nuestros sentimientos, es fuerte y valioso, quizá sea una de esas cosas que no aprendemos a valorar, que no nos gustan, pero que en realidad nos hacen más grandes por dentro.

Las barreras se rompen, la distancia nos la comemos, aún más hoy en día, pero los sentimientos permanecen, si un día echaste de menos a alguien, ya jamás dejarás de hacerlo. 

Si  te echan de menos, es que algo hiciste bien.


Para: GRRS

El lenguaje como vehículo de comunicación


¿Qué es el lenguaje? 


Todos encontramos respuestas, más o menos concretas, pero ¿Cómo y cuándo surgió el lenguaje? No tenemos más remedio que dejar vagar la imaginación, quizá los mismos sonidos de la naturaleza, el silbido del viento, el correr de las aguas… Pero de lo que no dudamos es de que el lenguaje debió surgir para satisfacer la terrible necesidad humana de abrir la puerta de su propio mundo, al de los demás.


La historia del hombre, de la civilización humana, viene a ser la historia del lenguaje, ya que es, su representante más fiel. Engranaje que mueve el tiempo pasado, presente y futuro. Pasado como experiencia, presente como páginas que harán historia y futuro como continuo hacer, abierto al hombre, porque todo lo que somos, sabemos, conocemos, lo que constituye nuestra vida de hombres, queda reducido al lenguaje.

Puente fiel y misterioso, tendido entre nosotros y nuestros semejantes, de silencio a silencio, sobre el que se desliza la palabra. No es un capricho, no es mera emisión de sonidos, es también floración espiritual, vida propia, porque un lenguaje, sin silencio ni vida, no es más que un fruto sin madurar. Un hombre, ante un mundo inmensamente rico en cantidad, sin lenguaje; es un hombre inmensamente pobre, porque cuando hablamos, lo poseemos todo simbólicamente.
Este mundo en continua marcha vertical y horizontal camina veloz, hacia arriba sostenido por sillares del lenguaje, celosos del pensamiento humano. Servirnos del lenguaje es hablar, y cuando hablamos, dejamos camino llano a nuestra fuerza creadora del espíritu, pues ella renueva y ennoblece el mundo. Cuando hablamos necesitamos comunicarnos, pedimos comprensión. Hablar es pasar de la idea al signo, de nuestro mundo del silencio al mundo de las realidades. Comprender es pasar del signo a la idea, en una palabra cuando nos comunicamos fundimos el signo y la idea, con el fuego del lenguaje.

Y ahora nos preguntamos; ¿Puede el hombre quedar aislado, aferrado al riesgo del volar de sus palabras, o a la triste angustia de haber nacido sin palabras? No, el lenguaje es ampliamente generoso, y por ello nos brinda la oportunidad de poder acudir al lenguaje escrito, donde las palabras no se las lleva el viento.
En él está la vida del poeta, la vida que no pasa, generaciones, razas, edades, sobre madera, papel o piedra; Esta es la eternidad humana que vamos haciendo y de él ha dicho nuestro hidalgo Don Quijote:
“Hubiéramos preferido que Adán, el creador del lenguaje oral hubiera consignado sus recuerdos y vivencias en el mejor auxiliar de memorias torpes, la escritura”.

El hombre dispone de gesto, mímica, son expresiones extralingüísticas, pero para que exista una verdadera comunicación es necesaria también una imagen del mundo, una posición frente a las cosas y ésto solo puede cumplirse plenamente por medio de las palabras. El hombre tiene que hablar.
Mediante el lenguaje el hombre es verdaderamente grande, por él alcanzamos el mundo entero del espacio más alla de la situación momentánea.

Basta mirar a los hombres, cuando se comprenden, para darnos cuenta de que están más estrechamente unidos por el lenguaje, que por el hecho de ser hombres.

Comunicarnos mediante el lenguaje es un continuo caminar de dentro hacia fuera, de idea a imagen sonora, del tú al yo, para fundirlo en el todo. Es el lenguaje nuestro feliz viajero, que explora el interior del hombre, sólo esas palabras pueden penetrar en el interior del hombre, de los demás y sólo ellas pueden reproducir, con técnica fotográfica, el pensamiento y sentido del hacer en cada momento. Por el lenguaje conocemos y se nos conoce, son las palabras pequeños riachuelos por los que discurren nuestros diversos cauce, objetivos, sentimientos y voluntades, y esto nos descubre en la cumbre de nuestra personalidad.
Largo camino hace el hombre al paso firme del lenguaje marcando la huella de la cultura, el comercio social, la apertura de la realidad, su propia configuración. Y este hombre animal político como al fin le llamó Aristóteles, gracias al lenguaje es fundamento y principio de toda civilización.

Palabras que saltan de la boca del hombre como chorros de agua viva, pero al otro lado queda retenida el agua del silencio, ahí la síntesis de los sueños, el mundo de la grandeza o ruindad del hombre. Pero la palabra es limitada, éste es el triste destino de toda creación del hombre. El hombre ser social ¿No es acaso también ser espiritual? Entonces, ¿qué palabra puede revelar el alma del hombre?. Solo nuestra buena voluntad de hombres. Lo que equivale a decir: 

“Que sin amor, el hablar no basta para entenderse”