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jueves, 8 de enero de 2015

Je suis Charlie.

El acto terrorista que atacó ayer la sede de Charlie Hebdo no es únicamente un ataque a la libertad de expresión, sino más bien un ataque a la cultura Occidental,  a nuestro sistema democrático y a los propios Derechos Humanos. Las citadas viñetas pueden ser consideradas más acertadas o menos, pueden calificarse de ofensivas para un creyente musulmán, e incluso pueden ser reprobables jurídicamente.  Ahora bien, el ataque terrorista es tan incoherente e injustificado como lo fue en su  día el atentado de las torres gemelas del 11-S, o como también lo fue  tres años después en  aquellos trenes madrileños que quedaron reducidos a un amasijo de hierros, propiciando que la capital presentara un paisaje bélico del que no existía antecedente en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Actos violentos, pero sobre todo carentes de sentido con el objetivo de cerciorar la cultura occidental, la de que aún con muchos errores y defectos es la que ha logrado construir el mejor sistema de valores, y las instituciones que dotan de mayor libertad a sus ciudadanos. Libertad que ayer les fue arrebatada, acompañada de nuevo, de la muerte de inocentes.

Un atentado terrorista que nos muestra una vez más las consecuencias de un fanatismo religioso exacerbado, que requiere de la codena pública y privada de todos aquellos que estén a favor de la vida, de la libertad de expresión y también de nosotros mismos, como miembros de la sociedad occidental, que una vez más se vio golpeada y zarandeada. Por ello, que hoy el Estado Islámico emita un comunicado calificando de héroes a quienes tomaron la fatal decisión de entrar por la fuerza en la sede parisina, no hace sino evidenciar uno más de los muchos síntomas de enfermedad que muestra hoy día el mundo musulmán radical.

Una vez Alberto Ruiz Gallardón hacía alusión precisamente a un escritor francés, Léon Bloy, diez años después de aquel atentado que vivió desde la alcaldía madrileña que no puede ilustrar mejor el sentimiento de la sociedad francesa, española o norteamericana: “El sufrir pasa, el haber sufrido no pasa jamás”; ya saben, ni perdono ni olvido y hoy Je suis Charlie.



















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