¿Qué es el lenguaje?
Todos encontramos respuestas, más o
menos concretas, pero ¿Cómo y cuándo surgió el lenguaje? No tenemos más remedio
que dejar vagar la imaginación, quizá los mismos sonidos de la naturaleza, el
silbido del viento, el correr de las aguas… Pero de lo que no dudamos es de que el lenguaje debió surgir para satisfacer la terrible necesidad humana de abrir
la puerta de su propio mundo, al de los demás.
La historia del hombre, de la civilización humana, viene a
ser la historia del lenguaje, ya que es, su representante más fiel. Engranaje
que mueve el tiempo pasado, presente y futuro. Pasado como experiencia,
presente como páginas que harán historia y futuro como continuo hacer, abierto
al hombre, porque todo lo que somos, sabemos, conocemos, lo que constituye
nuestra vida de hombres, queda reducido al lenguaje.
Puente fiel y misterioso, tendido entre nosotros y nuestros
semejantes, de silencio a silencio, sobre el que se desliza la palabra. No es
un capricho, no es mera emisión de sonidos, es también floración espiritual,
vida propia, porque un lenguaje, sin silencio ni vida, no es más que un fruto
sin madurar. Un hombre, ante un mundo inmensamente rico en cantidad, sin
lenguaje; es un hombre inmensamente pobre, porque cuando hablamos, lo poseemos
todo simbólicamente.
Este mundo en continua marcha vertical y horizontal camina
veloz, hacia arriba sostenido por sillares del lenguaje, celosos del
pensamiento humano. Servirnos del lenguaje es hablar, y cuando hablamos,
dejamos camino llano a nuestra fuerza creadora del espíritu, pues ella renueva
y ennoblece el mundo. Cuando hablamos necesitamos comunicarnos, pedimos
comprensión. Hablar es pasar de la idea al signo, de nuestro mundo del silencio
al mundo de las realidades. Comprender es pasar del signo a la idea, en una
palabra cuando nos comunicamos fundimos el signo y la idea, con el fuego del
lenguaje.
Y ahora nos preguntamos; ¿Puede el hombre quedar aislado,
aferrado al riesgo del volar de sus palabras, o a la triste angustia de haber
nacido sin palabras? No, el lenguaje es ampliamente generoso, y por ello nos
brinda la oportunidad de poder acudir al lenguaje escrito, donde las palabras
no se las lleva el viento.
En él está la vida del poeta, la vida que no pasa,
generaciones, razas, edades, sobre madera, papel o piedra; Esta es la eternidad
humana que vamos haciendo y de él ha dicho nuestro hidalgo Don Quijote:
“Hubiéramos preferido que Adán, el creador del lenguaje oral
hubiera consignado sus recuerdos y vivencias en el mejor auxiliar de memorias
torpes, la escritura”.
El hombre dispone de gesto, mímica, son expresiones
extralingüísticas, pero para que exista una verdadera comunicación es necesaria
también una imagen del mundo, una posición frente a las cosas y ésto solo puede
cumplirse plenamente por medio de las palabras. El hombre tiene que hablar.
Mediante el lenguaje el hombre es verdaderamente grande, por
él alcanzamos el mundo entero del espacio más alla de la situación momentánea.
Basta mirar a los hombres, cuando se comprenden, para darnos
cuenta de que están más estrechamente unidos por el lenguaje, que por el hecho
de ser hombres.
Comunicarnos mediante el lenguaje es un continuo caminar de
dentro hacia fuera, de idea a imagen sonora, del tú al yo, para fundirlo en el
todo. Es el lenguaje nuestro feliz viajero, que explora el interior del hombre,
sólo esas palabras pueden penetrar en el interior del hombre, de los demás y
sólo ellas pueden reproducir, con técnica fotográfica, el pensamiento y sentido
del hacer en cada momento. Por el lenguaje conocemos y se nos conoce, son las
palabras pequeños riachuelos por los que discurren nuestros diversos cauce,
objetivos, sentimientos y voluntades, y esto nos descubre en la cumbre de
nuestra personalidad.
Largo camino hace el hombre al paso firme del lenguaje
marcando la huella de la cultura, el comercio social, la apertura de la
realidad, su propia configuración. Y este hombre animal político como al fin le
llamó Aristóteles, gracias al lenguaje es fundamento y principio de toda
civilización.
Palabras que saltan de la boca del hombre como chorros de agua
viva, pero al otro lado queda retenida el agua del silencio, ahí la síntesis de
los sueños, el mundo de la grandeza o ruindad del hombre. Pero la palabra es
limitada, éste es el triste destino de toda creación del hombre. El hombre ser
social ¿No es acaso también ser espiritual? Entonces, ¿qué palabra puede
revelar el alma del hombre?. Solo nuestra buena voluntad de hombres. Lo que
equivale a decir:
“Que sin amor, el hablar no basta para entenderse”